viernes, 12 de febrero de 2010

Antes de ponerse en manos de la peluquera Marylin San Germán, Ginelle revisa el vestuario y las diferentes opciones para su caracterización.
El proceso comienza aplicándole una plancha para el pelo mientras de fondo suena "Hound dog" en la voz de Elvis Presley, sonido que sale de una radio en forma de pequeña gramola, en un guiño más a la cultura de mediados del siglo pasado.

No es el único ya que los carteles de películas de la época, los discos de vinilo o los sillones de estilo "retro" forman parte también del decorado del estudio. Junto a ellos numerosas fotos de chicas "pin up" y de iconos de ese estilo como Marylin Monroe.
"Después de la Segunda Guerra Mundial se impuso el estilo pin up. Las décadas de antes siempre se recuperan y más cuando el estilo es más clásico porque llama la atención de la mujer", opina Valentine.
Después de tratarse el pelo, Ginelle pasa a maquillaje, donde le espera Virginia Le Fay. El lápiz de ojos marca una raya pronunciada mientras que las pestañas postizas dan más volumen a la mirada.
El color rojo es el gran protagonista en los labios de la joven, una de las señas de identidad de toda chica "pin-up".
Tras la pintura entra de nuevo en acción la peluquera para terminar el peinado con unas extensiones rosas coronadas por un gorro que pone el colofón al trabajo con la cara, sin duda, el más importante.
"Normalmente el maquillaje y el peinado son distintos pero bien clásicos, se demoran una hora y media y la fotografía como unos treinta minutos", calcula Janette.
Cuando la cliente se viste para posar delante de la cámara se produce la prueba de fuego para evaluar la labor llevada a cabo.
En el estudio se preparan los flashes y el decorado, que se compondrá de un fondo rosa y unos corazones de cartulina con mensajes escritos en su interior.
Es entonces cuando del vestuario sale Ginelle con un vestido y unos zapatos rojos dispuesta a darse los últimos retoques.
Contrariamente a lo que parecía en un primer momento ya no está nerviosa, algo que aunque parezca extraño es ya normal para la fotógrafa.
"Se ponen nerviosas al principio, pero se sienten más cómodas cuando se ven peinadas y maquilladas. Cualquier mujer se lo puede hacer si se siente segura de sí misma y quiere hacer algo distinto", agregó.
Al comenzar la sesión fotográfica, Ginelle sigue al pie de la letra las instrucciones de Valentine que le piden una sonrisa, que levante una pierna o que ponga cara de asombro.
La clienta se desenvuelve bien y con total naturalidad.
"Pensé que es algo bonito y original. Un buen regalo para mi novio con motivo de San Valentín", afirma Ginelle orgullosa de verse tal como había imaginado.
EFE

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