lunes, 1 de junio de 2009

¿QUE ES SER UN HOMBRE?

¿Qué es ser hombre? Me preguntan y repito ahora la pregunta frente a esta página en blanco. Están los libros, claro, para dar una respuesta inteligente y juiciosa. Pero no sería mi respuesta. ¿Cuál es la mía, la que sólo yo podría dar?
Difícil saber qué es ser hombre, pero quizá pueda arriesgarme a explorar cómo soy yo, siendo este hombre quien soy. Y entonces me remonto a los hombres quienes están atrás de mí y me hicieron. ¿Cómo eran esos hombres? Dos abuelos muy distintos, dos formas de ver el mundo. Uno, grande y fuerte, hombre práctico que trabajaba en la mina. Simple y sabio, divertido, creador. El otro flaco y enfermizo, contador e inútil con sus manos, soñador, quijotesco, amante de los libros, inventor de mentiras dulces.
Voy a mi padre como todos o como casi todos lo hombres vamos, como Telémaco, a saber quién soy. Mi padre un hombre responsable, adusto tantas veces, con ráfagas de ternura sorprendentes. Fuerte, creativo, capaz de resolver problemas, de manos toscas y fuertes, con una especie de violencia contenida, con generosidad, con dificultad de expresar sus emociones, con tantos jirones de machismo impregnados en su piel morena y áspera.
Esos hombres me forjaron y no me parezco a ellos. Diría incluso que no soy tal como hubieran deseado. Demasiado intelectual para un abuelo, demasiado liberal para otro, demasiado “femenino” para mi padre.

Soy ellos y soy otro. Busco.
Fui niño como todos, aunque nunca me gustaron los cochecitos ni los mecanos. Me gustaban los muñecos, los luchadores y superhéroes, y leer historias, y dibujarlas. Quise ser como otros, arriesgado y rudo, con gusto por las emociones fuertes, pero nunca se me dio. Soy frágil, la violencia me asusta, el dolor físico me aterra.
Me enamoré de los libros, de la música. Me conmueven las historias en donde alguien se transforma, crece y se perdona.
Me asomé a eso que llaman el “enfoque de género” y quise ser fiel a esas nuevas exigencias. Me volví crítico a muchas de las características de “los hombres”. Y casi empecé a relacionar lo “masculino” con lo superficial, lo violento, lo vacío. Me hice, o traté de hacerme un hombre suave, despreciando un poco a mis congéneres por poco sensibles y vanos, por torpes y animales.
Y algo me empezó a hacer falta. Sí, quizá crecí en sensibilidad, en equidad, en solidaridad. Quizá me asomé sin miedo a las características que se consideran “femeninas”, combatí mi misoginia y mi homofobia… pero algo comenzó a hacer falta.
Hoy, quiero reconocer esas características o actitudes dizque “masculinas” que aprendí a despreciar luego de mis lecturas feministas. Reconocerlas en mí y darme cuenta que me enriquecen. Hoy empiezo a mirar con profunda ternura a muchos hombres y me doy cuenta que esa mirada es también para mí, que son un espejo y reflejan mi propia ternura.
Hoy decido hacer talleres para varones, para escucharnos, reír juntos, hablar de lo profundo y lo superficial, hacer chistes y mostrar nuestras heridas. Conversar de nuestros padres y acercarnos a ellos, para aprender a alejarnos un poco de nuestras madres. Los hago y los hombres no se apuntan, los suspendo porque sólo son dos o tres los valientes que se interesan en asistir. Y luego vuelvo a intentarlo porque sé que tengo poco para darles, pero que juntos podemos descubrir algo valioso.
Hoy soy el hombre que soy, tratando de integrar lo aprendido. Aunque no sé muy bien qué es ser hombre, me declaro hombre y digo para escucharme que me encanta la poesía más dulce, también jugar a los albures. Me emociona un solo de cello con toda su hondura y también la elegancia de Zidane o la creatividad de Ronaldinho en el hermoso verde del campo de fútbol. Me encanta hablar a media voz con la mujer que amo en la intimidad tibia de la cama y también una alegre conversación con otros hombres en una cantina bebiendo cerveza entre el ruido de los vasos y las fichas de dominó. Me conmueve la película de amor más delicada y trato de no perderme la última de acción o alguna en la que salgan chicas guapas en bikini o con menos ropa si es posible. Valoro la expresión de mis emociones y también mis silencios prudentes. Quiero mostrar mi vulnerabilidad y también mi fuerza. Puedo regalar una flor y trato de aprender a mostrar mi espada para que brille en el sol.
Soy hombre y vuelvo a la pregunta original que hizo nacer estas palabras. ¿Qué es ser hombre? Y digo sencillamente que no lo sé porque lo que soy cambia todo el tiempo, porque hubiera respondido de forma diferente en los diferentes momentos de mi vida, así que mi respuesta de hoy no sería –no podría ser- definitiva.
Todo esto sólo para decirle a mi amiga –la editora de este portal de sexualidad- y para aclarármelo a mí, que no sé la respuesta y en realidad no me importa en absoluto porque al hombre que soy, eso sí sé las respuestas le son mucho menos importantes que las preguntas.

Por Francisco Fernández

Sexólogo y sexo terapeuta

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